Tengo la imperiosa necesidad de contar lo que leí en una revista, o acaso era un libro, o tal vez no leí y tan solo soñé; no recuerdo con exactitud nada de su origen pero sí recuerdo a la perfección lo que refería, era la historia de un chico:
No puedo creer que me encuentre en estas condiciones, toda la vida me la he pasado diciendo: “¿por qué a mí?” cada vez que alguna suerte del azar me jugaba una mala pasada, sin embargo me decía a mi mismo: “nada ganas lamentándote, piensa a futuro”. Ahora que precisamente me encuentro en una situación que sí amerita el “¿por qué a mí?”, es inútil pensar a futuro. Recuerdo como si fuera ayer, tal vez porque realmente fue ayer, cuando salí con unos amigos a libar (tomar) por ahí algún trago que no sea tan malo como un “Poma” ni tan caro como un etiqueta azul, recuerdo también que me pareció de ensueño que justamente a los 4 nos vaya tan bien con las chicas esa noche. Y para nada me extrañó que Omar, Luigi y Beto quisieran ir cada uno por su lado a consolidar sus conquistas. Estábamos en un Boulevard muy conocido de La Ruta Gris, no muy lejos del centro de la ciudad, el lugar no era para nada barato y tal vez por eso nos sentimos seguros y bajamos la guardia; luego de una buena noche, nos separamos y deseamos suerte secretamente, porque obvio, ¿que iban a pensar las chicas si nos escucharan diciendo: “éxitos”? Lo que sí me llamó la atención levemente fue que una chica como la que me acompañaba en ese momento, siendo increíblemente hermosa y no por eso menos inteligente, no fuese la típica niñita engreída y además quisiera pagar al menos la mitad de todo lo que gastábamos (incluyendo puchos, trago los sándwiches post-trago y hasta el taxi que nos llevaba a su casa) (a mi que soy un tacaño, me cayó como anillo al dedo), pero como siempre me amparé en la vanidosa idea de que yo lo merecía, y por último en la no muy incómoda ley de que “cuando algo bueno te llega te llega con todo”, si es que acaso esa ley existe. Así que no presté atención, o traté de no prestarla a cosas que “no valían la pena”. Luego de subir al taxi indicó la dirección, una calle muy desconocida, hasta para mí, que me creía el mapa andante de la ciudad, no presté mayor atención y me concentré en saber más detalles sobre aquella hermosa criatura que Dios (aunque en realidad soy ateo; o lo era, hasta hoy) había puesto en mi camino y que si las artes no me fallaban (cosa que no dudaba) podría conocer mucho más a fondo esa misma noche. Luego de eso solo tengo un recuerdo borroso de ella prendiendo otro cigarro y mi reflejo borroso en el espejo retrovisor del auto.
Al despertar, hace unos minutos, realizé (me di cuenta de) mi estado y mi probable futuro, si es que a eso se le podría llamar futuro; Dos vías (una en cada brazo), equipo quirúrgico, mesa de mayo, instrumental quirúrgico, mantitas verdes (esas de las operaciones en las películas), para que me entiendan estaba en una mini sala de operación que aunque contaba con todo lo necesario para una operación, no se veía muy desinfectada que digamos. No me puedo mover ni hablar ni controlar mi cuerpo a voluntad, solo puedo ver, no sé si por morbo del “doctor” o porque simplemente no se percató de este pequeño detalle, el punto es que estoy despierto y consciente, o creo estarlo, está un poco de más decir que estoy amarrado de manos, pies y tronco a esta camilla de mala muerte. Ahora, pensando que estoy en una operación que obviamente no he planificado comprendo cuales son mis posibilidades y que estas no dependen de mi; ahora todo tiene sentido, recién ahora recuerdo a las 3 chicas que al vernos se despidieron de aquellas 4 chicas, las 4 que coincidentemente nos preguntaron (a mí y a mis 3 amigos) la dirección de la discoteca que estaba frente a nosotros y que era tan imposible obviar debido al gran letrero fosforescente que parpadeaba y decía “Stigma”. Justo ahora recuerdo como era que ellas se hacían señas mientras nosotros nos desvivíamos por impresionar a aquellas hermosuras, y la sorpresa de sus rostros por cosas muy comunes. Obviamente, tuvo que venir también a mi memoria, la simultaneidad con la que las 4 chicas aceptaron “ir a un lugar más privado”; y si me hubiera fijado que no tomamos un taxi del montón, sino uno específico que a ella le pareció más seguro por la apariencia que tenía el chofer, tal vez mi sentido de alerta se hubiera activado, sobre todo porque ese pata del taxi, si algo parecía era precisamente “no ser tan seguro”. Pero en esos momentos nada de eso parecía tener relación y mucho menos despertó alguna sospecha en mí que me dijera que algo no andaba del todo bien. Ahora, no se si en mi desesperación o mi falta de esta, trato de imaginarme otros finales a la historia que empezó al salir de casa con mis amigos y terminó en mis últimos recuerdos en el taxi. Imagino que le caigo bien a aquella chica tan hermosa, esta me cuenta la verdad de su malvado plan y me permite escapar de este cruel destino. Imagino que por algún azar, mis amigos hacen alguna muy mala jugada con sus conquistas, estas se indignan y se retiran y con ellas se retira también esa belleza que conmigo estaba, luego los 4 vamos a nuestras casas desilusionados y pensando en la mala suerte que tuvimos esa noche, paradójicamente. En esos momentos una pregunta tras otra pasan por mi mente: ¿Dónde están mis amigos? ¿Tendrán acaso el mismo destino que yo? ¿Los habrán abandonado las 3 chicas en el preciso instante en que yo subí a aquel taxi? O ¿Estarán acaso en alguna sala de operaciones aledaña a esta? Trato sin buenos resultados de recordar algo más, algún detalle que me de alguna pista de lo que les ha pasado. Instantes después, ya no importa lo que les haya pasado, mi realidad definitivamente requiere toda mi atención, decido dejar de pensar en la noche de ayer. Solo ahora noto que no estoy solo en la habitación, hay 2 personas más, a juzgar por la voz, mujeres compruebo su sexo al escucharlas hablar de ropa, diseños y colores, que predecible me digo. Hablan también en términos que creo yo son médicos, ya que no entiendo mucho de lo que dicen, me parece que hablan de los instrumentos quirúrgicos o tal vez de algunas partes de mi cuerpo que yo aún no conozco. Veo que no notan en absoluto mi lucidez, ni mi vigilia, y hablan de mí como si fuese un producto.
El saberme cerca de la muerte, no es tan desesperante como lo imaginaba, o tal vez si lo sea, solo que yo he ensayado muchas veces un momento similar por puro morbo (imaginando como me sentiría si me dijeran que tengo SIDA o algún cáncer terminal) y eso me permite ahora hasta cierto punto pensar y no dejarme llevar por la desesperación de saber que en el mejor de los casos sobreviviré sin alguna parte de mi cuerpo. En estos momentos quisiera ser de las personas que se desmayan ante cualquier imprevisto y no ser tan consciente de mi próximo destino. No siento necesidad de despedirme de mis familiares o de mi novia, simplemente me siento un poco mal por no haberles dedicado un poco más de tiempo en los últimos meses, sin embargo creo que aunque mi vida no haya sido la más productiva del mundo, la he vivido muy bien, intensamente y la he sabido aprovechar, no me arrepiento de los errores que he cometido, y creo que no es tanto el miedo que le tengo a la muerte, como el miedo a que será lo que pasa de allí en adelante, algo que me duele es la posibilidad de que después de esta vida no hay nada y que en unas semanas todos excepto las personas más cercanas a mí, van a vivir todo como si nada hubiese pasado. A mis 20 años estoy listo para morir, aunque no por ello siquiera un poco conforme con esa idea. Una parte de mi se tranquiliza con aquella idea que concebí hace algunos años en una noche fumando “hierbas medicinales” coincidentemente con mis 4 amigos, en la que, la vida entera es solo el sueño de una noche, y cuando alguien muere, es porque se acaba de despertar en la verdadera realidad, y solo tiene uno que esperar unos minutos para volver a dormir, y así empezar otra vida nueva, es decir un sueño más.
Como quisiera poder describir estos pensamientos y sensaciones, ahora lamentablemente no puedo, pero recuerdo los incesantes cuentos de Borges, donde un hombre es todos los hombres, y lo que escribe uno lo puede escribir cualquier otro y además que todo ya está escrito o será escrito en algún momento; tal vez en estos momentos alguien está escribiendo mi triste final; o quizás ya fue escrita esta historia hace años, en un país lejano, en un idioma que no reconozco, y hoy se cumple en mí, como una suerte de profecía; o tal vez esta realidad fue creada a partir de una historia que contaba rasgos similares a los que ahora vivo; tal vez en otra realidad, escapo de esta sala y logro escribir esta historia; tal vez esto es solo una pesadilla y en poco tiempo he de despertar…
Algo atrae mi atención, no sé si es un sonido, un olor, o un presentimiento, mi ejecutor, con ropa de cirujano, ha llegado, noto cierto apuro en su proceder, parece que llega tarde. Se pone los guantes, se persigna y se acerca a mi camilla, a continuación coge el bisturí. Cierro los ojos o creo cerrarlos, y pienso: “espero no morir, espero que tan solo me quiten órganos prescindibles, espero de algún modo sobrevivir, Dios ayúdame”
